El Tajo, cimitarra de agua que se curva en la muralla, obligó a Talavera a hacerse un puente para que la agricultura y la ganadería llegara, desde sus vegas y su comarca a la ciudad. Tuvo que haber y hubo un puente construido por los romanos, que quebró su cauce para el paso cuando los árabes huyeron de Talavera. Parece como si el destino de este puente fuera la eterna ruina, en todos los grabados antiguos hay vigas que sujetan y tramos que rellenan. El Puente Viejo es obra de Fr. Pedro de los Molinos, fraile de la orden de los Jerónimos y monje del convento de Santa Catalina de Talavera. El Arzobispo don Pedro González de Mendoza, en 1483, mandó que se construyera con la imagen que podemos ver en los arcos que están más próximos a la ciudad, al seguir el estilo romano, hizo que la gente le bautizara como Puente Romano.
Agua abajo, otro puente, hoy ya centenario, El Puente de Hierro (llamado actualmente Reina Sofía), se hace arcada de hierro para que, como peineta, adornar los atardeceres rojos de Talavera y dejar que la bruma fría del amanecer abra paso a ilusiones y esperanzas. En 1876 Talavera vio la necesidad y comenzó a buscar apoyos y empujes para que el nuevo puente se hiciera realidad, cosa que lo logró el 25 de Octubre de 1908, día de la inauguración. El Puente de Hierro es obra del ingeniero Emilio Martínez y Sánchez Gijón y como afirma el colectivo Arrabal, "desgraciadamente, este tipo de construcciones, pese a que alcanza el mismo rango que tiene la Arquitectura, debido a su carácter utilitario y funcional, no recibe todavía el reconocimiento cultural que sin duda se merece". Es un testimonio del progreso de su tiempo, permitiendo la comunicación de Talavera con la Jara-Extremadura y Valdepusa-Montes de Toledo. Ha sido remodelado en el año 1994.